Me llamo Quic y soy adicto a "Días de Fútbol"

Ya veo la escena. Estamos en círculo, sentados en sillas de esas que teníamos en la facultad, con mesita incorporada. Justo enfrente de mí, la terapeuta me mira. Levanta una ceja y sé que me toca a mí. Me pongo de pie y, con las manos entrelazadas, miro al infinito y lo digo: "Me llamo Quic y soy adicto a Días de Fútbol".

Sí, amigos, lo soy. Toda la vida ejerciendo de gafas de pasta andantes, venga a ver cine iraní (y comparándolo; de mi boca ha salido la frase "Jafar Panahi le da mil vueltas a Abbas Kiarostami"), venga a comprarme todas las pelis de Woody Allen, venga a ver cien veces "Pi, fe en el caos" para buscarle detalles nuevos... y resulta que soy adicto a "Días de Fútbol".

Lo bueno es que es compartido: somos tres en el curro que nos sabemos la peli de memoria. Es enfermizo, porque de cada situación sacamos una frase: "¡Pero si tiene los ojos juntos, eso es síntoma de enfermedad!", "Mira, hijodeputa, métete tu trabajo por donde te quepa", "¡Chorradas es lo que hace tu padre con la guitarra!"... Así todo el día. Cada vez, claro, buscamos frases más escondidas. El otro día nos reunimos los tres ¡ah a... a comer! en casa de uno y nos pusimos las mejores escenas... ¡y nos descojonábamos vivos! Mi señora, que no está embarazada ni yo tengo el pene podrido, ya se enfada conmigo y todo. Cada vez que digo alguna frase que no entiende, en vez de decir "Qué te veo y no te veo ni los clavos de Cristo. ¡No entiendo tu lenguaje, Serafín!", me mira con cara de tierna desesperación y exclama: "Días de Fútbol, ¿no?". Y es retórica pura, porque sabe que sí.

Ahora tengo un problema: mi hermana (que no es la animala de Patricia) se ha llevado mi duvedé con dolby de "Días de Fútbol" y es la mayor mierda que he hecho en mi puta vida. Tengo que dejarlo, y sé cómo. Repetiré: La luz en mí...

El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.