Discusión de sordomudos

Anoche vi un taxi tuneado. El Neng-Taxi. ¿Cómo se puede montar uno en un taxi conducido por un tunero? Es algo contradictorio. La seguridad está reñida con los apliques plateados, con los bajos a ras de suelo, con los bakalas que se dejan la pasta en tunear el coche... Y el tío llevaba clientes. La gente está de la cabeza.

Ayer pensé que iba a escribir de lo del taxi tuneado, pero hoy he tenido un nuevo episodio de "Mis historias del metro"; ya me estoy pensando escribir un libro. Hoy he visto discutir a una pareja de sordomudos.

Sin querer hacer comparaciones macabras, hoy he sentido lo mismo que cuando vi mi primer partido de basket en silla de ruedas: la violencia del espectáculo. En ese baloncesto se hostian, se tiran al suelo, se dan codazos... Resulta un espectáculo de lo más violento, a veces hasta desagradable. Hoy me ha pasado igual: a la tía se la veía una dominatrix de no te menees, en plan "Que te creces a la mínima que me ves un poco tal", pero el chaval plantaba cara. El caso es que discutían, vaya si discutían. Se ponían una cara de odio acojonante, cada vez que chocaban las manos daba verdadero miedo... La discusión tenía una carga de teatralidad impresionante. Yo iba pensando que si a mí me echan una bulla como aquélla, me voy llorando a mi casa. Apenas he podido leer, porque la discusión era verdaderamente impactante.

¿Por qué será? ¿Por la falta de costumbre o por la verdadera violencia del espectáculo? ¿Se puede generar más sensaciones sin sonido que con él? ¿Distrae el sonido la percepción de la verdadera violencia, que parece provenir de la naturaleza gestual? ¿Es más amenazante un gesto que una palabra? Seguro que hay teorías cinematográficas al respecto, de los que renegaban del cine sonoro. Igual me pongo a buscarlas si tengo tiempo libre.

No sé si alguno habéis visto una discusión de sordomudos y sacasteis la misma conclusión que yo o sólo ha sido una apreciación mía, pero he llegado al curro impactado. Qué cosdas, madre.

El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.