Apostar es un placer (o no)

Los webs de apuestas en Internet están siendo un pelotazo de cojones. Normal, va muy en la mentalidad ibérica lo de jugarse la pasta por todo, pero especialmente por la cosa de los deportes. El caso es que yo entré hace un tiempecillo en la secta de miapuesta.com y reconozco que sufro mucho. Y no porque me juegue pasta, que no me juego nada, sino por la cosa de ganar.

Ahora mismo acabo de entrar en una minidepresión por la derrota de Sebastian Grosjean contra Andy Roddick. Sí, tenis. ¿Qué me jugaba? La friolera de 2.77 euros. Bien es cierto que era una apuesta combinada y podría haber pillado cuarenta y tantos euros, que ya es un potosí, pero la realidad es que lo he estado siguiendo por Internet (si ya es lento el tenis en directo, imaginadlo viendo solamente cómo suben los puntos por la Red) con una pasión preocupante por el mero hecho de acertar. De haberlo conseguido, habría vaticinado con acierto los ganadores de los cuartos de final masculinos y femeninos de Wimbledon, todo un orgullo para mi madre, y sólo he fallado en Roddick, que maldita sea su puta estampa, ya que estamos.

De mí y mi naturaleza psicópata y bastante obsesiva es natural esperar una reacción de este tipo, pero sé que hay gente muy equilibrada por ahí viviendo con pasión partidos de fútbol sub-20 y similares. Sé que en mi curro se escucha de vez en cuando algún grito en plan "¡Toma!" porque Srichapan le ha hecho un break a Mirnyi, porque el líder de la Liga norteamericana de fútbol ha vencido la noche anterior al antepenúltimo o sufrimientos indecibles cuando no acaba de llegar el gol de la selección eslovena de balonmano.

Así que si esto de las apuestas tiene que ser un entretenimiento, un plus para ver con más emoción los deportes, y realmente no me voy a hacer rico, ¿por qué sigo, si lo paso tan malamente? Ya sé la respuesta, vale, pero no lo puedo dejar. Tendré que ganar en las apuestas una pasta para el psicoanalista, ¿no?.

El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.