Ser un genio a la vejez (viruelas)
Ya sabeis, porque lo he escrito aquí alguna vez, que le doy mucha importancia a cómo envejece la gente. Robert Allen Zimmerman y Allen Stewart Konigsberg son dos tíos que me han demostrado recientemente A) Que son dos putos genios y B) Que de mayor, de muy mayor, quiero ser como ellos.
El primero, Bob Dylan, publicó en 2003 "Love and theft", su disco número chorrocientos veintipico. Tenía 62 años de nada. Pienso en lo que le interesa y hace el común de los mortales de su edad y alucino con que alguien pasados los 60 pueda fabricar un disco tan redondo, tan profundamente suyo y tan cercano a servidora, que tenía por entonces 24 tacos de nada. Fue, sin duda, el disco de 2003, pero sobre todo me alucinó cómo se puede tener esa inquietud y esas ganas de hacer cosas como las que tuvo el Dylan. Porque no es lo mismo hacer lo que hacen los Stones, sacar un disco para hacer un girón mundial y forrarse (tuve la tentación de meter en este texto a los Rolling, porque su último disco es cojonudo, pero han ehcho tanto el ridículo antes que en fin...), que sacar un disco con la humildad comercial que tuvo éste. El "Love and theft", que es de mis discos favoritos de toda la vida, merece la pena. Un huevo, en concreto.
El segundo es mi idolatrado (lo idolatro tanto que quemo cosas por él: el desayuno, la comida...) Woody Allen. El tío Woody no ha dejado de facturar películas efectivas y muy muy por encima de la media a razón de una (o dos) por año, pero "Match Point" es otra cosa. Porque con esta peli, que yo he visto cuando este señor ha cumplido 70 años redondos, mondos y lirondos, es una reinvención de un dierctor de cine/genio sin pers cuando la mayoría de la gente de su edad está pensando es qué receta le pide al médico para poder pasar la tarde en el ambulatorio mandando callar a los niños (joder, qué metáfora tan retorcida). No os voy a contar de qué va -os vais al cine y la veis, vagos-, pero sí os diré que es un prodigio de ritmo, de dirección de actores y que tiene una atmósfera radicalmente distinta a la mayoría de sus anteriores pelis. Mientras el resto de pelis (la mayoría, al menos) iba al ritmo de jazz, ésta va a ritmo de ópera. Y acaba siendo una ópera hecha película, con sus pasiones, sus intrigas, sus miserias y, sobre todo, con su ritmo y con el trabajo de los actores destinado a dotar a la peli de ese apasionamiento "operiano". Además, el clásico homenaje visual a NY va esta vez dedicado a Londres. Y si durante 40 años has reflejado la sociedad cultureta neoyorquina como nadie y a los 70 reflejas como nadie la alta sociedad inglesa es que eres un puto genio. Mira que te quiero, Woody.
El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.
1 Comments:
Absolutamente de acuerdo con lo de Allen: fabuloso, hace 20 años... y ahora.
Unos con Alzheimer y otros así. ¿será eso lo que diferencia a los genios?
Post a Comment
<< Home