El 11-M fue un día jodido en mi casa. Yo todavía vivía con mi madre y mi tía, que son con quienes me crié desde pequeño. Esa mañana mi tía iba en el tren que explotó en Atocha. Tuvimos una horita y pico jodidísima porque ella no tenía móvil, y hasta que se puso en contacto con nosotros pues os podéis imaginar. Fue una cosa bastante desagradable, como es de suponer.
Evidentemente yo no soy un familiar de una víctima del terrorismo, tal y como hoy las conocemos. Yo creía incluso que mi tía no era una víctima del terrorismo, pero resulta que sí lo es.
Me lo dijo mi madre el lunes: "Tu tía se pasó todo el día llorando", en referencia al domingo, tercer aniversario del día de marras. En su día, mi tía nos contó que por un segundo no se había llegado a subir al tren que explotó. Que qué suerte tuvo. En su momento no valoré lo que decía, pero eso era imposible: los dos trenes siguientes también explotaron. A los meses, mi tía le dijo a mi madre que estaba en el primer tren. Que salió del vagón y que al poco explotó. Tuvo suerte, eso es todo. Pero algo debió de despertársele en la cabeza para crearse ese mecanismo de autodefensa: vaya usted a saber si porque se sentía culpable por no haber estado dentro y haber visto toda la muerte y el desastre que vio en primera persona, o porque quería escapar del recuerdo y no tener que dar explicaciones. Nadie le preguntó entonces ni lo hemos vuelto a hacer. Supongo que habrá tenido alguna conversación con mi madre, pero nunca me he querido enterar. Si ella no quiere hablar, no voy a ser yo quien se quiera enterar, por más que tenga ganas de ayudarla, si es que pudiera, e incluso de enterarme "periodísticamente" de cómo respira alguien que ha vivido eso.
La cosa es que mi tía hoy sigue siendo una víctima. Nunca recibió ayuda psicológica porque no la pidió, aunque igual la necesita. A lo mejor estoy exagerando y simplemente es un día jodido y por eso lloró. Pero cuando mi madre dice que "se pasó todo el día llorando", es que fue todo el día.
Analizando eso, no sé en qué componente de ser una víctima entra la política. Es algo que no puedo entender. Entendería que mi tía quisiese que mataran a todos los hijos de puta que mataron a tanta gente de mi barrio y que le han creado ese trauma. En el fondo yo también lo quiero, aunque mi civismo y entender que el mundo (por suerte) no funciona así me lleve a apartarlo. Supongo, también, que si mi tía se hubiera muerto yo pensaría de otra manera. Y todo el mundo entendería que así fuera. Lo que no entendería es que mi tía votase a un partido a raíz de aquello, o que exigiera que el gobierno de turno hiciera tal o cual cosa por lo que le pasó. Y lo que no entendería, seguro, es que alguien hiciera política con mi tía. De hecho, mataría a hostias al que lo intentara. Ella ni se ha interesado por el juicio ni jamás ha hecho un comentario político relacionado con aquello. Y sé, porque la conozco, que ni siquiera lo ha pensado.
Por eso no puedo entender a las víctimas de nada como sujeto político de este país. Comparto su dolor desde el punto de vista de quien, aunque sea lejanísimamente, se ha visto en un brete lejanísimamente similar. Para ser más exacto: desde alguien que ha tenido siquiera la posibilidad de plantearse cómo reaccionaría. Que quede claro que en ningún momento me considero, ni siquiera a mi tía, víctima de nada. Pero también reconozco que desde ese día, y desde todos los días que he pensado en ello, o en cada momento que veo algo que me recuerda a una cosa que reventó mi barrio, estoy mucho más cerca de las víctimas del terrorismo. Moral y personalmente. Y sobre todo transijo menos con la gente que decide que hay que matar al otro por el objetivo que sea. Pero nunca, nunca respetaré políticamente a una víctima del terrorismo más que a un cualquiera. Ni para un lado ni para el otro. Porque tienen todo el derecho a querer matar a quien les ha matado, porque es humano, pero no a decidir qué le conviene a un país. Y en España y en el País Vasco, las víctimas de ese conflicto tienen demasiado poder de persuasión e incluso de decisión en política.
El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.