Fin de una etapa
Uno de los clichés más grandes de los futbolistas, ésos que engrosan las historias de Fúbol Esasí, es el de que se van de un equipo "porque aquí ya he terminado una etapa". Siempre me ha parecido una excusa imbécil (una vez, Goyo Manzano dijo que se iba del Rayo porque había acabado su etapa... cuando sólo llevaba un año allí; una etapa al sprint, añadí yo), pero anoche en mi trabajo sentí definitivamente que, efectivamente, mi etapa allí estaba más que acabada.
Y no porque saliese a la una menos cuarto de la madrugada (entré a las cinco) ni porque el trabajo que hiciese me pareciese especialmente odioso (que me lo pareció): tuve la sensación de que yo ahí no pintaba nada, que no quería estar ahí y que no tenía ninguna motivación que no fuera cobrar el sueldo para estar. Mientras pueda evitar ser un funcionario voy a hacerlo, así que como ya llevo un tiempo un poco asqueado del asunto ya busqué trabajo con suficientes fuerzas como para encontrarlo. Me salió algo por aquí, algo por allá... Nada espectacular y nada concreto, pero cosillas. Luego vino la colaboración con la tele, cuya mayor pega es que es una colaboración y, por lo tanto, algo temporal. Si me hacen una oferta permanente en Madrid no pondré ninguna pega, ni por la pasta, ni por el trabajo ni por el horario.
Mi trabajo actual es bastante bueno. Los horarios son de coña (esto del domingo es de Pascuas a Ramos), mis compañeros son de puta madre y el ambiente, si excluímos al mongol de mi jefe, es inmejorable. No hay ni un mal rollo y mis compañeros son mis amigos. El trabajo, además, está bien, porque realmente hago lo que quiero; me admiten temas de lo que me da la gana y no me como ningún gran marrón. En la partida de inconvenientes tenemos que se paga tarde y mal (no tengo un mal sueldo, aunque depende de con cuál lo compares), que mi jefe es un parásito social con graves problemas mentales y que realmente me siento poco valorado. En mi curro se paga poco y no te suben el sueldo salvo amenaza nuclear, se trabaja con muchas dificultades porque no hay un duro en la empresa y no existe la posibilidad de ascender, a no ser que mi jefe fallezca, a ser posible dolorosamente. El único aliciente que hay son los viajes de trabajo, y este verano había dos muy buenos a Japón y Brasil a los que van un compañero y, oh sorpresa, el inútil de mi jefe, que no tiene ni puta idea de lo que hace y es más malo currando que un dolor. Y Quic se quedó en casa y fue a uno a USA en el que era imposible que fuera otro que no fuese yo, porque el protagonista del reportaje que hice pidió que viajase yo expresamente. Es decir, que si no fuera por causas de fuerza mayor, éste que escribe no viajaba. Y no es por ser autocomplaciente, pero me lo merezco más que nadie en mi trabajo por las cosas que aporto, por el interés que le pongo y por la relevancia (término absolutamente relativo; hablamos de mi curro, amigos) de mi trabajo.
Por todo ello, he llegado al fin de una etapa en mi vida laboral. Dependiendo de lo que me salga puede que no vuelva en septiembre (acabo este viernes), pero sinceramente deseo como pocas cosas no regresar.
Toma post autocomplaciente, intimista barato y pesado.
El Mundo de Quic, el Mundo de Quic. Marcha marcha, es genial.